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domingo, 15 de maio de 2016

TTIP. Calquera que apoie este Tratado está contra os dereitos das persoas


Artigo de Vicenç Navarro sobre as últimas revelacións respecto do TTIP

El elemento central del TTIP (como lo ha sido en tratados anteriores, como NAFTA –entre Canadá, EEUU y México-) es no solo la reducción de aranceles (ya de por sí muy bajos) entre los dos continentes, sino también la homogeneización a ambos lados del Atlántico Norte de las regulaciones en las áreas de actividad económica, que incluyen agricultura, seguridad alimentaria, productos manufacturados y técnicos, servicios (incluyendo servicios financieros), protección de la propiedad intelectual e intervenciones públicas (entre otras), que afectan a la actividad económica privada de cada país.


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1. Las reglas aprobadas para proteger el medioambiente han desaparecido en tal tratado. Reglas tan sencillas (y a la vez tan importantes) como el derecho de los países a proteger la vida humana, la vida animal y la vida vegetal, han desaparecido. El bien conocido Principio de Precaución vigente en la legislación europea permite a los Estados prohibir o limitar la distribución de productos o la introducción de sustancias que pudieran causar daño a la salud humana o a la vida animal y vegetal, incluso en el caso de que la comunidad científica no haya dictaminado de una manera definitiva su efecto nocivo. Este principio es distinto (en realidad, opuesto) al vigente en EEUU, donde el Estado no puede intervenir hasta que no se haya probado definitivamente la nocividad de la sustancia o de los productos. El TTIP adopta el principio vigente en EEUU, desprotegiendo al ciudadano consumidor, trabajador o residente en un territorio. Dejaría de ser práctica común en la UE, entre otras cosas, que se escribiera el etiquetado en los productos alimenticios, por ejemplo, notificando al consumidor que se trata de productos transgénicos. Y así, un largo etcétera.
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5. Abre la puerta a un proceso constantemente litigioso, en el que cualquier empresa que considere que las regulaciones existentes en un país afectan negativamente sus intereses, puede llevar al Estado en el que existen tales regulaciones a los tribunales, controlados por agentes próximos al mundo empresarial, que paga a tales agentes. Frente a la enorme crítica sobre la composición y financiación de estos tribunales, estas han variado algo, pero no lo suficiente, porque el tribunal estará todavía sesgado a favor de que las empresas inicien el litigio, pues a mayores litigios, mayores los ingresos de tales tribunales. De ahí que el nuevo cambio en la composición de dichos tribunales, que estarán formados por jueces en lugar de árbitros legales, no resuelva el problema del sesgo de tales tribunales a favor de las empresas, estimulando que favorezcan la actitud litigiosa, en la cual el Estado puede perder muchos millones de euros.
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La necesaria defensa de la democracia
En resumidas cuentas, este tratado es un intento descarado de las grandes transnacionales de controlar las economías y las sociedades. Ello explica la enorme oposición que está generando tal tratado. El porcentaje que se opone a él ha pasado de ser en Alemania del 25% en 2014 al 45% en 2015. Un tanto igual en otros países. En Francia, el 54% de la población vive en localidades que se han declarado “TTIP free”, es decir, que no quieren que el TTIP se aplique en su territorio. Y el gobierno francés ha señalado su oposición a tal tratado. Lo que es lamentable es que en el Parlamento Europeo, donde los conservadores y liberales tienen mayoría, la oposición al TTIP sea muy débil. Y lo que es todavía peor es que los socialdemócratas, como síntoma de su neoliberalización, apoyan también tal tratado.
En EEUU la oposición de las clases populares explica el gran éxito del candidato republicano Trump y del demócrata Sanders, y el cambio de actitud de la candidata demócrata Clinton que, de apoyarlo, ha pasado a oponerse al TTIP. En España, el PP, el PSOE, C’s y Convergència lo apoyan, mostrando una vez más que las fuerzas políticas que hacen gala de su nacionalismo y amor a la soberanía nacional son las primeras en apoyar tratados que eliminarían tal soberanía. Es necesario que se recuperen las soberanías populares que frenen una globalización que beneficia única y exclusivamente a las empresas transnacionales cuyos beneficios están basados en la pérdida de derechos laborales y sociales que la población había adquirido.

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